El día tenía algo diferente en el aire, lo sabía desde que despertó a eso de las 11 am. Tenía ese mal hábito de mal dormir desde hacía unos 5 años, cada vez se fue agravando, al principio despertaba un poco tarde, como a las 8 am y perdía la primera hora de clases en su época de universidad. Hasta que se resignó por completo a olvidarse de la vida matutina y sus quehaceres, los baños sanadores y escandalosos, los desayunos acompañados de los primeros rayos de sol, ahora ella dedicaba sus mañanas al paseo de las almas y el dulce arte de soñar. Siempre recordaba todos sus sueños, aun los de la siesta de media hora después de cada comida. Pero últimamente era víctima de todo tipo de pesadillas y empezaba a inquietarse, ¿qué más podía hacer, si no soñar? El año pasado había recibido un certificado de la secretaria de educación pública donde se leían las letras doradas y cursivas en la gran pared de la recepción "Soñadora: Emilia Ruelas" Sellado y firmado por el altísimo secretario. No era fácil su oficio, a veces se acostaba por la noche con la incertidumbre de un sueño peligroso y confuso, y la invadía el terror de quedar atrapada para siempre en uno de esos lugares de sus pesadillas, donde la gravedad y la física trabajaban de forma diferente y el ambiente desconocido se hacía presente. Sigilosamente obtenía datos importantes que eran bien pagados por los empresarios supersticiosos. Y si corría con suerte, podía levitar junto con niños sonrientes de vestidos dorados. No sabía a qué lugar inesperado la iban a llevar esta vez y la emoción recorría su cuerpo pues era lo que mejor sabía hacer y le fascinaba: Soñar, con todo y con todos, soñaba a diestra y siniestra, llegaba y se iba, entraba y salía de un sueño a otro como toda una experta. Obtenía tanto datos importantes como bochornosos, ¿que como le hacía? Se inmiscuía, platicaba con las personas vivas y vividas, algunas otras por vivir y era tan buena comunicándose y sabía tan bien utilizar las palabras que cuando menos pensaba ya sabía lo que quería saber y a veces por puro gusto indagaba más y más, hasta que era hora de despedirse. Pero ese día cambio todo cuando se encontró sin proponérselo en el lugar de sus más exquisitos sueños y no quiso volver a despertar, se aferró con todas sus fuerzas a ese sitio adorado y se sintió tan plena que se quedó allí para siempre y su cuerpo fue encontrado al día siguiente, postrado en su habitación en posición de gata dormida a pierna suelta, con medio cuerpo bajo la cama y una línea de baba en la mejilla. El letrero fue puesto ese mismo día en la puerta de la institución premonitoria: "VACANTE: SE SOLICITA SOÑADORA". Por ahí escuche a la recepcionista decir cuando entre -pobre chica, en estos tiempos de violencia ya hasta da miedo soñar, otra que se nos va"- y luego le cuento a usted que paso después, pero haga changuitos con los dedos para que me den el trabajo.
"" Las letras son lo unico eterno, la memoria no, esa se borra cuando el cuerpo desaparece....""
viernes, 17 de febrero de 2012
Bicho
Se frotaba las manos una y otra vez cuando estaba nervioso, o cuando la ansiedad lo invadía cada vez que su persona era el centro de atención, lo hacía sin darse cuenta y muy rápidamente, casi casi como un tic. No podía comer en sitios públicos, le daba vergüenza, me lo confeso una noche en que llovía. Se iba a los baños en la hora del almuerzo y engullía sus alimentos, la privacidad de los sanitarios, le daba un exquisito plus a esta necesidad básica. Tenía una manía singular, en ceremonias o eventos, cuando los aperitivos estaban dispuestos para sus comensales, el cogía unos cuantos, sin que nadie lo viera, aunque no tenía necesidad de hacerlo. Era bajito y regordete, y tenía unos pequeños ojos, azules, vidriosos. Su boca era pronunciada, parecía una trompeta encarnada en la zona inferior de su rostro. Los gruesos cabellos le invadían brazos y cuello. Pero eso sí, el viejo era un cabrón, llegaba por detrás de las enaguas gigantes de la servidumbre, y las follaba sin pedir permiso y sin decir adiós, algunas renunciaron espantadas, jurando que la casa estaba embrujada, algunas siguen trabajando sin recibir paga. Un día el viejillo se sintió tan cómodo parado en la cabecera de su cama, y presagiando una lluvia próxima se dispuso a cagar sobre el tubo que le servía de base y hasta el día de hoy la mancha sigue intacta sobre el tubo de la cabecera de la cama donde se encuentra usted acostado, si, ándele, esa es.
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