Pasajeros al azar somos, dentro de un tranvía, en un pequeño pueblo,
o en una gran ciudad... desconocida.
Algunos nos bajamos antes, otros después, nunca puede uno saber.
Nos miramos a las caras, nos evitamos y algunos sostenemos fijas las miradas.
Unos viajan solos, otros acompañados, unos contentos y otros enojados,
unos sufriendo y otros llorando. Unos platican, otros bailando.
Echamos vistazos por las ventanillas,
decimos adiós y damos bienvenidas.
Nos miramos la ropa y los zapatos,
nos damos la mano y bostezamos.
Algunos leemos, otros soñamos
con bajar en la esquina y con irnos volando.
A veces hace frío, a veces calor, o traes un abanico o traes un cobertor.
Nunca sabes cuando va a parar, por eso siempre, te tienes que agarrar.
A veces vamos llenos, a veces vacíos, a veces hacemos fiestas y a veces convivios.
¿Y el chófer? Es irrelevante, nunca mira a los lados, siempre pa´ adelante.
Un día te toca amar, al día siguiente odiar, un día lo das todo y al otro te lo dan.
Se ha parado ahora, ya es tiempo, de tomar mis maletas e irme despidiendo.
"" Las letras son lo unico eterno, la memoria no, esa se borra cuando el cuerpo desaparece....""
lunes, 26 de septiembre de 2011
El día en que el tiempo se detuvo
Hace ya varios años, el cielo estaba medio nublado y olía a tierra mojada. Tuve un presentimiento de que algo no andaba bien, pero no podía identificar que era ni de que se trataba. Estuve hasta el medio día volteando hacia todos lados, esperando que algo sucediera. Salí a la calle por la mañana a correr, sólo me acompañaba mi perro Canelo. No recordaba haber visto tan poca gente, de hecho no vi a una sola persona. El tráfico era escaso, nadie pasaba por ahí (aún) pensé pero no llegaba un solo conductor y cruce la calle con el semáforo en verde. Juro haber visto pasar un carro y al voltear la cabeza quise distinguir al conductor, en vano. Conduje hasta mi trabajo en cinco minutos, cosa rara pues siempre hago veinte. Al llegar al trabajo estaba cerrada la puerta principal, por lo que camine por muchas calles, tratando de encontrar una respuesta a tan misteriosa situación. Empece a correr desesperado y me detuve casi en seco cuando vi a un niño sentado en una banqueta. -Chiquillo, ¿que esta pasando?- le pregunte a gritos pues no quise acercarme. El niño levanto el rostro y vi la sangre en su barbilla, entre las manos algo viscoso y largo, sacado del medio del cuerpo humano. Engullía vorazmente un órgano. Sus ojos tenían hambre aún y me miraban muy apetitosos. Mis pies no pidieron permiso y empezaron una carrera inesperada ¿donde estará Canelo? me pregunte de repente. Y al terminar ese pensamiento lo vi a mi izquierda, en la esquina, sentado en las patas traseras, con el hocico abierto esperando un trozo enorme de carne cruda que le ofrecía un hombre, con aspecto de buen ciudadano, de esos que se despiertan muy temprano, se visten y desayunan sin prisas, dan limosnas en la calle, le seden el asiento a los mayores, ayudan a los ancianos a cruzar las avenidas. Sonríen a todos los que pasan por su lado, no tiran basura, riegan las plantas y regalan dulces a los niños pobres, asisten a misa los domingos y rezan antes de comer y antes de dormir. Incluso se puede decir que es guapo. No me detuve a averiguarlo y seguí mi carrera y entonces la vi a ella, detuve mis pasos y la contemple: sentada en las escaleras de una casa verde, con una taza de café humeante a un lado, el pelo negro suelto y despeinado, la piel blanca, los ojos azules clavados en la pantalla, los dedos tecleando mil palabras sin detenerse, cantando a Ximena Sariñana y en la mente... recreando esta historia imposible, del día en que el tiempo se detuvo y los personajes de un blog aparecieron todos y al mismo tiempo en una ciudad vacía con tintes en el cielo de vainilla.
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