Estoy entrando, casi no logro ver nada, la oscuridad es por momentos total y entonces la luna ilumino mi entorno y vi las albercas vacías, negras, mohosas y las serpientes plasmadas en las paredes, las gárgolas, los demonios, como escarificaciones en una piel de cemento, adornadas con piedras negras brillantes y se que caí por el vértigo en el estómago y una mano gigante me saco de ahí y me solto en el aire, viene la caída, se que el golpe dolerá... esta cerca, cuando menos pienso estoy cayendo y empiezo a flotar, fue cuando decidí salir de ese lugar y abrí las puertas gigantes, pesadas, de antíquisima antiguedad. La madera pálida medio quemada con relieves multitudinarios se abrio de par en par y fui a dar a un terreno deportivo de mi infancia.
Voltee a mis dos lados y vi a una pareja de edad media y 3 niños pequeños. A lo lejos un chico vestido de negro ocultaba el rostro, cuando pasamos por su lado nos comenzo a atacar con peñascones de tierra prensada, corrimos a protegernos y cada quien agarro a un niño en brazos y empezamos a correr despavoridos, ya se me hacía ver un peñascon cerquita de mis ojos y sentir el dolor agudo en la mollera. Corrí a refugiarme en la cancha de futbol rápido y el niño al que protegía en mis brazos había desaparecido.
Logre con algo de esfuerzo abrir la puerta de un cuarto cercano que guardaban a 2 ancianos olvidados por el tiempo dentro de esas 4 paredes, camuflageados con la tierra de las paredes, cada uno con un instrumento de viento y me echaron porras cuando logre cerrar la puerta antes de que alguien mas entrara. Busqué como desesperada una arma blanca o algo punzocortante y lo encuentro, observo bajo la puerta y veo entrar una mano amenazante que sostiene tambien un cuchillo de cocina y que empieza a dar cuchilladas al aire como si fuera un animal.
Yo le clavo mi cuchillo entre los dedos y no se como logra entrar al cuarto, es un niño pequeño con cara familiar y se ríe mientras me apunta con la hoja brillante de metal, me encuentro en el piso y mientras se rie me clava el cuchillo entre la carne de las piernas, no siento dolor, solo un ardor que me quema entre las pieles, una y otra vez siento una lenguetada de fuego en las pantorrillas, las rodillas, el estómago pero cuando le clavo mi cuchillo el abre los ojos y me mira muy pero muy directamente al centro de los míos y me hace caer en un vacío sin final donde ya no hay ni un hilito de luz.
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