"" Las letras son lo unico eterno, la memoria no, esa se borra cuando el cuerpo desaparece....""

miércoles, 29 de agosto de 2012

Benito

Cuando se esta desnudando me es mas difícil concentrarme, solo me le quedo viendo como idiotizado, tal como la cobra hipnotiza a sus presas, solo que en vez de ojos tiene unos trazos corporales dignos de observación poética. Después muerdo a mi peluche para que no sospeche nada, y solo sigo sus pasos a donde vaya, puedo hasta esperarla afuera del baño si es posible, solo por no perder su compañía, solo para disfrutar del olor de su mano cuando su brazo cae afuera de los límites de la cama, solo para escucharla gemir cuando se toca antes de dormir, solo para respirar el olor que dejan sus pasos cuando se marcha y me deja encerrado. Hace días me comí 2 calzones y los disfrute como si fueran chicles, la tuve cerca de mi, en mi boca, duermo con sus calcetines como almohada. ¿que si siento merecer esta vida? Claro que la merezco, no me queda la menor duda, lo supe desde el momento en que nací de nuevo, con este pelaje y esta fisionomía, lo supe también cuando morí y esa idea fue lo único que quedo encendido hasta que vi la luz de nuevo, esa luz que vi al final del túnel fue la que invadió cuando salí de la vagina de mi madre. La idea siempre estuvo presente: fui un ser asqueroso, hice las peores cosas que puede hacer un ser humano, tomé a mujeres sin su permiso, las espiaba, veía como se desvestían y preparaban para dormir antes de entrar a sus cuartos y follarlas. Tomé a mi propia hija cuando estaba cada vez mas enfermo de lujuria, eso nunca me dejo en paz. Me afición era tomarlas por la fuerza, mientras mas se resistían aumentaba mi placer obsceno. Tome muchas por eso se que estoy destinado en esta vida a ver a una sola mujer desde el piso, sin poder siquiera acariciarla, sin poder hacerle el amor ni siquiera una sola vez, solo puedo ver como baila desnuda frente al espejo y me avienta besos mientras canta.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Nada mas las puntas

Tenía 13 años el día en que me hicieron el corte de cabello mas horrible del mundo. Toda la vida había usado el corte standar de las puntas parejas y el partido en medio pero esa vez fue mi papá el que nos llevo a la estética: error. Fue el típico caso de "cortale nada mas las puntas" y la estilista lo convenció de que las capas eran cheveres (nótese el vintage style). La mujer se dispuso a hacer sus movimientos de experta y mientras hablaban del clima y de las elecciones vi como mi cabello iba cayendo en partes. Cuando vi el resultado final en el espejo supe que las cosas no iban a estar bien los siguientes 6 meses, mi cabellera oscura y brillosa quedo reducida a un extraño caso de trasquilamiento cruel y sádico, en manos de esa mala mujer de brazos grandes y mirada matona. Al dia siguiente me reduje a un rostro escondido entre la oscuridad del gorro de mi sweter, como nigga traficante. No tenía valor suficiente para quitármelo bajo ninguna circunstancia pero alguna maestra rigurosa me ordeno descubrirme la cabeza y mi vergüenza obligo a mi mirada a clavarse en la libreta durante todas las horas de clases. Desde entonces no he tenido el cabello tan bonito como antes y mi mirada de desprecio se posa sobre esa errante mujer cuando paso por la estética. 

domingo, 1 de julio de 2012

El Café

Entraron al café, Ella se dirigió directamente hacia una mesa y El a la caja, cada quien por un lado distinto, rodeando una fila de sillones que dividía el acceso a la barra de servicio. Ella volteó a su derecha y no lo vio, volteó por segunda ocasión  y ahí estaba El, riendo. Pidieron dos americanos cuando sonó el celular de El, ella pagaba la cuenta cuando el sacó su tarjeta, la cajera se quedó confundida con el efectivo en una mano y la tarjeta en la otra, Ella miro con complicidad a la dependienta y la chica devolvió la tarjeta a su dueño - complot - dijo El, - va a tardar unos minutos - dijo la cafetera y se fueron a sentar a la mesa del cristal a un lado de mi mesa.
- ¿que has leído? - preguntó El
- esto y esto - respondió Ella poniéndole sobre las manos un par de libros delgados
- "El laberinto de la Soledad" de Octavio paz y "El cumpleaños" de Carlos Fuentes - leyó El
- ¿cual es mejor? - pregunto el chico
- son muy diferentes, el del laberinto es un ensayo con tintes poéticos sobre la soledad del mexicano y el cumpleaños es una novela bizarra de una relación amorosa - respondió Ella
- Mar - llamaron desde la caja y Ellos se levantaron y fueron por los cafés. Estaban endulzando los vasos  cuando Ella tiro la envoltura a la basura y El intento atraparla al pasar por su lado, Ella jugó a encestar otro envoltorio en el café de El y el chico lo atrapó con su mano. El encesto su envoltorio en el café de Ella y después lo sacó con un agitador. Fueron a sentarse a la mesa y mientras hablaban hicieron una quesadilla con queso philadelphia con las servilletas.
- apostemos algo y el que pierda le muerde - propuso la chica
- va, pero ¿que apostamos? - pregunto el chico cuando se abrió la puerta y entro una pareja 
-  ¡ José ! - dijo el chico y ambos se pusieron de pie, se saludaron los cuatro, hablaron unos minutos y la pareja fue hacia la caja
- si alguno pide americano tu le muerdes - propuso El
- vale y si piden alguno otro, tu - dijo Ella

- tu tienes mas probabilidades - dijo El y unos minutos mas tarde y tras despedirse de su amigo mordió un bocado de papel y lo masticó durante un buen rato.
- ¿por que tienes miedo? - le pregunto la chica
- no lo sé - dijó El mientras daban sorbos de café caliente.

martes, 19 de junio de 2012

Salud por nuestro amor


El día que morí tenía 33 años, curiosamente la edad de Jesucristo. Ese día los niños rompían piñatas en las escuelas y se tiraban al piso por los dulces y de no haber sido por la serie de eventos que se dieron desde hacía un año antes, yo hubiera estado dando clases y organizando una fiesta con mis alumnos. Los extraño, ya ni se han de acordar de mí. Se me ocurrió morirme a las 8:17 de la noche, no hacía calor ni frío. En el cuarto del hospital estaban mi esposa, mi hermano mayor, su esposa, mi madre y unos tíos esperaban noticias en el pasillo. Para todos era una sorpresa trágica lo que sucedía, menos para mí esposa y para mí, claro. Me puse mal desde la mañana, nunca había estado tan débil como ese día y tenía mucho calor, tanto que le pedí a mi hermano que pusiera una colchoneta en el patio y con una manguera empecé a refrescarme. Me encontraba de vacaciones junto a mi esposa en la casa de mi hermano, en el pueblo donde nacimos, sin saber que no iba a volver de ese viaje con vida. Me fallaron las cuentas pues empecé a sentirme mal una noche antes, yo creí que sería después pero evidentemente no estaba en mis manos el desenlace, la muerte te agarra andes donde andes. La ultima vez que vi a mis sobrinos fue en ese momento, aun recuerdo con claridad a esa niña de 12 años que entro a guardar la bicicleta morada que le acababan de regalar en navidad, me sonrío desde lejos y me dijo adiós con la mano a modo de saludo y yo respondí con el mismo gesto, quien iba a decir que en realidad no nos veríamos mas el uno al otro. Nunca me había sentido tan débil como aquel día de hecho después de ese día no volví a sentir nada corporal, extraño el dolor de los raspones, la desesperación de las cosquillas, provocar la risa de las personas nunca fue cosa difícil y también lo extraño, el sabor de la comida, del agua, de mi mujer, del alcohol. La noche anterior a mi muerte me desperté temblando a las 2 am, no paraba de sudar, sentí un dolor agudo en la caja abdominal, no pude continuar erguido y mi boca se convirtió en un grifo que dejaba salir un chorro a presión de contenido estomacal mezclado con sangre. Le pedí a mi esposa que limpiara todo y que me acompañara a tomar una ducha helada para que mi cuerpo estabilizara su temperatura. -tiene que servir de algo- pensé y aún por las noches recuerdo el rostro de esa chiquilla de 20 años embarazada de 9 meses, pálida de miedo detrás de las gotas de agua que resbalaban de mi frente y empañaban mi mirada. Sus ojos tenían tanto miedo como el que tenían los míos, los dos sabíamos que mi la marcha de mi reloj de arena había llegado a su fin. Tenía ya un par de días sangrando de las encías y podía notar el color amarillento de mis ojos frente al espejo, aun así no le dije a nadie lo que me pasaba y le ordené a ella no decir una palabra. Total, la muerte ya andaba rondándome, la sentía esperando paciente cerca. No pude escoger mejor mujer, nadie me entendería nunca como lo hizo ella, nadie quitaría mi sed de alcohol como lo hizo ella, nadie iría a escondidas de mi madre por la noche a comprarme ron, nadie escondería tan bien las botellas y nadie me ayudaría a curarme las crudas como mi esposa. Me amaba, por eso le pedí que me acompañara por los papeles de los seguros que había adquirido durante años, mi doble plaza de maestro me permitía asegurar su futuro y el de mi bebé que estaba a punto de nacer. Aquel día a puerta cerrada hice el cambio de beneficiados y esa maravillosa, jovencita e inocente mujer me regalo una botella de tequila para festejar – ¡por tanto amor que nos tenemos!-  dije -¡salud! –
Morir no duele tanto como creía, es como cuando la consciencia se va apagando poco a poco y te sumerges en la oscuridad sin querer hacerlo, como cuando luchas con tu cuerpo adormecido para mantenerlo despierto y terminar de ver una película, sin querer hacerlo todo se va a apagando, los sonidos, los rostros, las luces, el tacto de la mano que sostenía mi mano también se apagó lentamente. Cuando desperté tardé un momento en reconocer el lugar donde me encontraba, supe por las luces desvanecidas por la velocidad en la ventana que era un auto. Con las manos palpé mi cuerpo inerte y frío como los objetos inanimados. En la madrugada llegamos a la casa de donde había salido tambaleando unas horas antes. Entre 4 hombres cargaron mi féretro y lo metieron a la casa que se encontraba ya esperándome con velas y arreglos florales. Poco a poco fueron llegando mis familiares, unos estaban ahí ya desde que llegamos. Muchos lloraban y se acercaban a verme a través del cristal, otros tenían miedo de hacerlo. Es verdad cuando dicen que todos los muertos parecemos dormidos, sin duda alguna así es. 

jueves, 14 de junio de 2012

La pareja de la moto

Cuando tenía 19 años conocí a Lety en la universidad, ella tenía 30. Nos tirábamos en el pasto a fumar entre clase y clase. Era adicta a la heroína y se encontraba en un período de abstinencia que sobrellevaba comiendo pingas como si fueran chicles. Me contó que a veces se cortaba los brazos y las piernas con cuchillos, por eso siempre usaba mangas largas y pantalones. Una tarde aburrida me llamó al celular y no se que mórbida curiosidad me llevo a salir con ella. Nos citamos frente al teatro del pueblo y fuimos a platicar a la casa de su novio, me lo quería presentar, era cerca así que accedí. Caminamos unas cuantas cuadras y tocó en una puerta café, abrieron y nos introdujimos a una sala pequeña y junto a ella un corredor por el que avanzamos, llegamos a un cuarto en el que había una cama y dos sillas, un buró con varios objetos encima. Sobre la cama habitaba un anciano delgado y canoso que al sonreír nos dejaba ver la falta de algunas piezas dentales. Nos presentó, nos sentamos y el tipo empezó a preguntarme cosas, que cuantos años tenía, que qué me gustaba hacer, que Lety le había hablado mucho de mi, nos interrumpió una voz - ya llegó - y ella se levanto de su silla y salió del cuarto para volver con una caja de pastillas en las manos, la abrió y se echo una a la boca, me ofreció la caja - ¿como le ofreces eso Lety? - le preguntó su novio - ¡ay! es que fue por cortesía! - le contesto ella y los tres reímos. El hombre empezó a contar en una corriente rápida de palabras atropelladas, lo de su época de gloria cuando andaba sobre su moto negra, con la chamarra de cuero y la Lety bien aperingada de su espalda, los cabellos alborotados, las sonrisas bañadas por el sol sepia, el futuro impactado entre una motoclicleta que se salió del camino y unas rocas, los bolsillos llenos de metanfetaminas y las ordenes de arresto. Sobrevivieron a la colisión de sus vidas pero no a la de sus consecuencias durante un viaje de negocios ilegales en una noche de ojos desorbitados y consciencias alteradas. -El carro dio muchas vueltas - murmuro ella mientras se agarraba el pelo y se lo metía a la boca temblando, su rostro se transformo en una mueca compacta de dolor, la mandíbula desviada, los dientes apretados y entonces sacó un cuchillo y sin pensarlo empezó a clavárselo en los muslos, pude oler la sangre tibia que me cayó en el rostro -¡Jesus! ¡otra vez se esta cortando, ven! - escuche los gritos del novio y casi me estrellaba con Jesus en el pasillo cuando buscaba la salida de esa casa enferma, para no volver.

domingo, 3 de junio de 2012

Espectadores

El siguiente relato es el mas impactante de las experiencias que he tenido, pues hasta esa noche no había tenido contacto visual alguno con un ser del mas allá. Sucedio cuando tenía 20 años, en una visita a la casa de una amiga. Estabamos tambien en la sala, mi amiga Fany, Narda y yo. Era de noche, la ventana que ofrecía la vista hacia la calle me quedaba enfrente, Narda a la derecha y Fanny a la izquierda, bebíamos café y estabamos sumergidas en la conversación, en ese momento yo hablaba, voltee para afuera y vi a una pareja, hombre y mujer en la banqueta, mirando hacia adentro. Lo primero que pensé fue que eran sus padres que nos hacían una visita sorpresa para evitar que fumaramos dentro, cosa que sucedia constantemente. Estaba a punto de decirle que sus papás llegarían en cualquier momento cuando me detuve a verlos bien y pude ver la textura del árbol que estaba detras de ellos, las palabras en mi boca comenzaron a espaciarse y hacerse mas lentas mientras trataba de procesar lo que estaba viendo. -esto no es real- pensé y traté de seguir el hilo de la conversación, pero la curiosidad fue mas grande y no tarde en volver la mirada hacia afuera, seguían ahí, la mujer era mas tenue que el hombre, el sí tenía los rasgos definidos como un dibujo a carbón, pero lo que debería rellenar la fisionomía de esos seres no era piel y huesos, era una especie de materia etérea, con un pequeño resplandor plateado al rededor de sus fisionomías. Parecían camaleones intentando perderse en el contexto. No tenían piernas, eran solo torso, cabeza y brazos. Estuvieron estáticos unos segundos hasta que el hombre movio su mano y se toco la barbilla, el miedo se empezo a apoderar de mi. El parecía enojado, tenía el ceño fruncido, la frente arqueada, la nariz muy puntiaguda y unas ojeras rodeando sus ojos como marcos. No pude continuar con la platica, les dije que estaba viendo a unas personas afuera y que tenía la imperiosa necesidad de salir de ahí, era ese el mensaje que me transmitían ¡vete! y yo lo hice sin pensarlo mucho, al pararme en el sitio donde estaban hacia unos instantes no me producía miedo, era la casa el motivo de mi espanto. A los días estabamos en casa de sus papás que es enseguida, ibamos de salida cuando mi atención se fijo en el retrato que estaba encima del piano, era la fotografía antigua de un señor, serio, de aspecto imponente, las cejas fruncidas, la nariz afilada, las ojeras naturales. Comprendí a quien había visto la noche anterior, era su abuelo que me daba el mensaje de no entrar mas en esa casa, quien sabe que había ocurrido ahí y no quiero averiguarlo.

Secretos

Nunca le he contado esto a alguien y no se por que te lo cuento a ti.
La siguiente experiencia sucedió cuando tenía 17 años de edad y si no hubiese sido por la compañía de mi hermana que en ese entonces tenía 16, me hubiera obligado a repetirme a mi misma que todo fue un sueño. Todas mis experiencias las he tenido estando acompañada pero ire parte por parte para no confundirte.
Fue una noche común y corriente, nos encontrabamos mi hermana Garde y yo en la sal de la casa, esperando a su novio que nos llevaría unas sincronizadas a escondidas pues ya era noche y todos probablemente ya dormían. Dejamos la puerta emparejada, apagamos la luz y nos sentamos a platicar, hablabamos de novios y esas cosas cuando nuestra conversación fue interrumpida por un grito lamentoso de mujer, afuera de la casa, cerca de la entrada, mi hermana y yo nos vimos a los ojos sin decir nada.
 El lamento era una carga infinita de dolor, semejante al que sobreviene al perder a un ser querido, algunos hillos de voz entrecortada le daban a ese sonido espeluznante un matíz propio de las tragedias, pronunciaba palabras ininteligibles, arrastraba las silabas sin dejar de gritar. El acto duro un par de minutos lentos y tensionados. Ni mi hermana ni yo podíamos movernos de nuestros sitios, "sea lo que sea se va a meter a la casa" era mi principal temor. -¡cierra la puerta!- ¡cierrala tu! - empezamos a discutir en susurros, nos acercamos a la escalera que conducía al cuarto de nuestros padres y empezamos a llamarlos -¡mamá, papá! - y no hubo respuesta. El grito se fue desvaneciendo como el acto de restarle volúmen a una canción, no termino de golpe. Gardenia y yo corrimos a cerrar la puerta y la ventana cuando llegó su novio, lo culpamos de asustarnos gritando de esa forma y lo negó de una manera espontánea y sincera, comenzo a hacernos preguntas, preocupado dijo que no vio a nadie en la calle. Nos dejo la cena y se fue. Volvimos a llamar a nuestros padres y les contamos lo que sucedió, papá ya estaba dormido y mamá leía, no escucho nuestras voces llamandola, ni el grito en la calle, solo escucho los ladridos de los perros. Recuerdo que parte de la conmoción que rodea esta anécdota y de mi decepción personal fue el hecho de mirar hacia el reloj de la pared cuando se producía el desgarrador lamento. 12 de la noche ¿cliché? El anima que logramos escuchar en su camino hacia el otro lado, fue muy puntual al pasar por mi casa. Sin duda.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Para mi solita

No recuerdo su nombre, solo su mirada. Fuimos los mejores amigos aunque hubo atracción desde el principio. Todo pintaba la mejor experiencia esa noche, y lo fue. Era su habitación, la iluminación era muy tensa así que nos deshicimos de ella. Reprodujo mi música favorita, hablamos de todo, reímos como locos, nos acercamos mas poco a poco. Todo se salio de control, los besos acelerados, las manos tocando, caricias por un lado y por otro, dedos recorriendo siluetas. Rompimos las leyes físicas, dos titanes colisionaron en una danza tan antigua como la humanidad misma. Le mentí, lo quería para mi solita. Y el pájaro con el viento que entraba por la ventana se fue volando. ¡vete! ¡yo no le temo al amor! me escuche diciendo y aprete mas fuerte las rodillas que inmovilizaban sus brazos. No supe cuando puse la almohada en su rostro ni cuando su cuerpo dio el último espasmo, solo recuerdo que le cerré los ojos y lo besé lentamente de arriba a abajo.